Un negocio realiza multitud de contrataciones durante el año. En
ocasiones, las empresas se enfrentan a incumplimientos o son ellas
mismas las que se ven afectadas por reclamaciones.
Por tanto, es conveniente entender cuándo se produce un incumplimiento y qué remedios existen para hacerle frente.
Cualquier contrato establece una serie de obligaciones para cada una de las partes. Cuando una parte incumple con las obligaciones asumidas en el contrato, la otra tiene derecho a exigir el cumplimiento o resolver el contrato y, en cualquier caso, obtener una indemnización por los daños y perjuicios sufridos.
Cuándo hay un incumplimiento Para que exista un incumplimiento contractual se debe dar dos circunstancias:
El incumplimiento en sentido material No se cumple con la obligación asumida o se hace de forma parcial, irregular o defectuosa. También hay incumplimiento cuando, por ejemplo, el bien no es apto para el fin que se adquirió o no logren el fin pretendido.
El incumplimiento ha de ser imputable a una de las partes Se le imputará el incumplimiento cuando haya dolo (incumplimiento voluntario), culpa o negligencia (no se ha actuado con la diligencia debida) y también en casos objetivos, es decir, cuando un producto se estropea en el almacén y existe deber de custodia.
El incumplimiento nunca puede ser imputable a ninguna de las partes cuando ocurra por fuerza mayor o caso fortuito, es decir, por un hecho que no se puede prever ni evitar. En este caso no dará lugar a reclamación por incumplimiento de contrato.